La perla del día

Vais a llamarme monotema, y con razón, pero es que cada día me encuentro con alguna perla que es digna de ser contada. Y yo quiero dejarlas aquí guardadas para no olvidar ninguna.

Uno de mis niños apunta maneras para filósofo: siempre está pensando en sus cosas (hay días que me ignora de un modo exagerado), es muuuuuy lento a la hora de trabajar y no le importa nada más allá de sus pensamientos. Esta tarde estaba en uno de sus momentos más tranquilos y yo de verlo taaaaan relajado me he puesto como una moto (somos polos opuestos). El caso es que le he dicho: ¡espabila!

Hasta ahí todo normal, hasta que se ha metido en la conversación una de mis niñas que no sé qué debía tener en la oreja pero sus entendederas me han descolocado por completo, porque toda ofendida le ha dicho al niño: la seño te ha llamado GORILA


De verdad que me he quedado con cara de haber visto un marciano.
Menos mal que otra de mis peques ha salido en mi defensa y le ha dicho que eso no era así...

Más frases de niños

Más frases de niños
Hoy me ha tocado vigilancia de patio, cosa que con el frío no llevo nada bien (por suerte hoy ha salido el solete y ha sido llevadero).

Estaba hablando con una compi sobre lo que tenemos que preparar para navidad cuando ha llegado una niña de tres añitos desconsolada, llorando como si no hubiera un mañana. Hemos pensando que se había caído o que había tenido alguna riña con algún otro niño, pero resulta que la peque sólo añoraba a su madre. Mientras se calmaba, se ha quedado con nosotras, y entonces otro niño algo mayor se ha acercado a preguntar qué le pasaba. Mi compañera le ha respondido: "Nada, sólo tiene mamitis aguditis, ¿tú sabes qué es eso?". Y el niño, ni corto ni perezoso, nos dice: "Sí, piojos!!"


Y ahí es cuando nos ha entrado la risa.

Frases de niños

Frases de niños
El viernes por la tarde tenía los nervios a flor de piel. Tuvimos la "Fiesta del otoño" para culminar un proyecto de setas muy majete, pero el tiempo no nos acompañó y llovió un montón. A la hora de salir, ya no llovía, así que repartí los trabajos a los niños para que los llevaran a casa, y uno de esos trabajos acabo en un charco. Toda la portada chorreando (y aun gracias que el resto del trabajo no se empapó). En ese momento casi me da por chillar como una loca, pero aguanté. Entre tanto, uno de mis niños bala (de esos que te la lían a la mínima y que son más que movidos) estaba haciendo de las suyas, y sólo se me ocurrió decirle: "Es que me tienes frita". La frase provocó el silencio entre mis niños hasta que una de mis peques soltó: "Claro, frita de huevo". Y entonces sólo pude reírme. Tienen cada salida que es genial.

Mirando la semana en positivo

Mirando la semana en positivo
A pesar de haber perdido la voz ha sido una gran semana.
Uno de mis niños (sí, ya son mis niños, tengo un problema a la hora de coger cariño a los más peques) me dijo el otro día que ojalá me quedara con ellos para siempre. Puede parecer una frase de niño dicha sin más, pero a mí me hizo ilusión, y además una de las profes del centro me comentó que veía a los chiquillos muy contentos conmigo. Y a mí, esas cosas me llegan.

Mi compi de 4 años es encantadora, y congeniamos muy bien, lo que mola mucho, porque trabajar con alguien con quien compartes puntos de vista, y que te ayuda, es una cosa muy buena. 

Y por último, ayer tuve una muy buena noticia, ya que tengo otro título para añadir a mi curriculum. He conseguido el nivel B2 de inglés y no puedo estar más contenta.



Semanas así, sí, gracias :)

Mi voz ha decidido abandonarme

Una de las peores cosas que te puede pasar siendo profe, es perder la voz.
Y a mí, es la segunda vez que me pasa. 

Este mismo año, en febrero, lo experimenté por primera vez. Lo pasé tan mal que sólo deseaba que fuera una de esas experiencias que se viven una vez en la vida. Pues no, la mala pata me persigue y he terminado la tarde sin voz.

Y no os vayáis a pensar que se debe a que este fin de semana ha sido de excesos, sino que precisamente por notarme un poquito de mal de garganta, ni salí. Me porté bien, cuidé mi garganta, y así he seguido hasta hoy. Pero claro, una clase de 21 niños de 4 años exige un tono de voz algo alto, y al final de la tarde he notado que ya no podía más. Los 70 kilómetros de vuelta a casa han transcurrido en silencio (por mi parte, me he tenido que conformar escuchando a mis compis) y cuando he llegado a casa, me he limitado a saludar con la mano. 

Voy a ver si encuentro algún remedio casero para recuperar un poquito de voz, porque tengo que acabar la semana. Qué miedo... si en lunes estoy así, no quiero imaginar cómo estaré el viernes.