Ya van 3

Ya van 3
3 años. 1095 días. 26280 horas. 1576800 minutos. Demasiado tiempo.

Ya son 3 años en los que me ha faltado tu amor sin medida.
Ya hace 3 años que no escucho tu voz, tu tos peculiar, tu risa,
Ya van 3 años sin ver tus manos con tus dedos torcidos por la artrosis.
Ya han pasado 3 años desde que nos dijiste adiós.

Y cada vez me cuesta más recordar tu voz, tus bromas, el brillo de tus ojos, tu emoción cuando te contaba mis logros... Y tengo miedo de que llegue el día en que no sea capaz de recordar con toda la claridad que a mí me gustaría. Porque yo no te olvido, pero hay cosas que se pierden y ya te perdí una vez y me niego a volver a hacerlo. 


Ya van 3 años sin ti, y cada vez es más duro admitir que no volverás.

Papás en el aula, una bonita y enriquecedora experiencia

Papás en el aula, una bonita y enriquecedora experiencia
Una de las cosas que más me maravilla de las que estamos haciendo ahora en el cole es colaborar con las familias. Mandamos unas notas diciendo que queremos conocer los oficios y aficiones de las mamás y los papás de nuestros alumnos y hemos tenido respuesta en forma de actividades geniales.


Primero vinieron unos papás que trabajan en un centro de higiene bucodental y nos enseñaron a cepillarnos los dientes y obsequiaron a cada niño con un cepillo dental. Puede parecer una tontería pero hay demasiados niños en nuestras aulas que no tienen ni para comprarse cepillos de dientes, vamos que no habían visto uno en su vida.

La semana anterior una mamá construyó 36 coches de cartón para todos los peques de 4 años. Los niños estaban alucinados, supieron aguantar genial el proceso de montaje en el que ayudaron y luego dimos una vuelta por el recreo con nuestros coches. Y tras pasar dicha prueba, la mamá les dio un permiso de conducir coches de cartón personalizado. Un trabajo enorme que mereció la pena con verles las caras a los niños.

Y este último martes, un papá aficionado a tocar la batería, la desmontó de su casa, la trajo al cole y se la enseñó a los canijos. Estaban todos alucinados, con la boca abierta y en cuanto sonaron los primeros ritmos se lanzaron a bailar como locos. Para rematar la tarde, el papá en cuestión les hizo a cada niño un cajón flamenco con cajas de cartón. 

Estas actividades consiguen un aprendizaje maravilloso en los más pequeños, ver a sus padres en el cole es algo que les motiva muchísimo, y aprender bailando o construyendo cosas es lo mejor que puede ocurrir. Personalmente valoro mucho estas experiencias, verlos aprender así es genial.
Creo que aún contaremos con alguna visita más, o incluso alguna salida del centro para ver algún trabajo en su lugar original. Os seguiré contando.


* Y ahora un consejo: a profes o futuros profes, quitaros el miedo a que los papás entren en las aulas, no van a entrometerse ni a meterse con lo que haces. A los papás, sacad un poquito de tiempo si os ofrecen esta actividad desde el cole de vuestros hijos, porque es un aprendizaje genial tanto para los nenes como para vosotros.

Mi primera vez en un SPA

Este fin de semana ha sido movidito. Después de estar toda la semana currando, madrugando y echándome a dormir tarde, llegó el sábado y aún madrugué más, pero fue por una buena causa. Me fui de despedida de soltera con 6 amigas. Nuestro destino era Pamplona, pero antes de entrar en la capital, pasamos de largo (la novia casi llora) y nos fuimos a jugar unas partidas de paintball. La adrenalina, el buen tiempo y la monitora simpática que nos tocó hicieron de nuestra mañana una maravilla. Ya había jugado a paintball en varias ocasiones y la verdad que me gusta mucho (a pesar de los moratones).

Por la tarde nos instalamos en nuestro apartamento y nos fuimos de turisteo (toma palabro). Nuestra siguiente actividad fue ir a patinar sobre hielo (la novia esta vez sí que lloró, pero de emoción porque estaba disfrutando mucho y le estaba encantando todo). Aviso a navegantes que como una servidora no sepan frenar: no chocar contra la valla, es un error tremendo. Yo perdí mi pecho derecho allí. Estoy llorando su pérdida (o más bien el dolor que llevo todavía). Llegó la noche y nos fuimos de tapas y a mover un poco el esqueleto (como si no nos hubiéramos movido ya lo suficiente). Y sobre las 4 de la mañana caíamos en coma.

Domingo por la mañana, somos despojos humanos, pero hacemos acopio de fuerzas, recogemos todo tras desayunar y nos vamos a nuestra última actividad: una hora de SPA (hace años que había querido probar y por una cosa o por otra nunca había llegado a disfrutarlo). Yo siempre he tenido la espinita de saber qué siente con la mente en blanco (siempre tengo algo en la cabeza y en algunos momentos en un verdadero tormento). Y por fin, este fin de semana, lo conseguí. Luz tenue, agua en su correcta temperatura, y chorros y burbujas masajeando mi cuerpo. Cerrar los ojos, escuchar el sonido del agua y nada más. Sencillamente sublime. Salí de allí muy relajada (demasiado creo) y me vino estupendamente después de todo el estrés que estoy teniendo en el cole. De hecho, como siga así, pronto voy a tener que escaparme a relajarme de nuevo.

Esta semana me está costando levantarme por las mañanas, porque estoy más que cansada, pero que me quiten lo "bailao", que este fin de semana ha sido genial.

Frases que marcan

Frases que marcan
Sé que suelo contaros más cositas de mis niños y de las perlas que van soltando, porque además siempre son graciosas y las guardo como momentos memorables. Pero no siempre las cosas son así de bonitas. 

Adaptarme me está costando más de lo que creía, tengo una clase dura. Coinciden conmigo todos los profes que pasan por mi aula. Mi clase es la más tremenda de todo infantil. Tengo que dejarme la voz todos los días para que me escuchen (estoy tomando unas vitaminas para la garganta, que por cierto, cualquier día me ahogaré en el intento porque no me sé tragar las pastillas). La gran mayoría apenas tiene hábitos y me cuesta un horror que estén sentados o que se pongan a trabajar. Y las perlas que sueltan no son las cosas adorables a las que estoy acostumbrada. De hecho, el otro día me dedicaron una frase que dudo que pueda borrar nunca de mi mente. Una peque de 4 años me dijo con su mirada más desafiante que me iba a mandar a sus perros para que me mordieran y me mataran, mientras me tiraba el lápiz como si fuera un cuchillo arrojadizo. Mi cara fue un poema. Yo sólo le dije que se pusiera a trabajar (y ni siquiera lo hice gritando). 

He tenido una temporada dura, de adaptación, de aguantar cosas que nunca hubiera creído capaz, y encima ya he tenido que evaluarlos, siendo que no llevo con ellos ni un mes. 

Esperemos que las cosas mejoren. Seguiré informando, a no ser que vengan los famosos perritos y se me coman con patatas mientras la niña en cuestión me mira con una sonrisa macabra en su cara. Ay...