Los miércoles no molan

Cada curso escolar hay un día de la semana que para mí es nefasto. Este año toca el miércoles, porque tengo todas las horas de infantil seguidas, algunas horas sin apoyo en las clases más movidas, y acabo el día con una clase en 4º de primaria, que no me motiva un pelo.

Voy capeando los miércoles como puedo, animándome a mí misma diciéndome que ya estamos a mitad de semana y que quedan todavía 7 días hasta el próximo día fatídico. Pero hoy es insalvable. 

Empezamos con niebla de la muerte que hace que no veas un pijo en la carretera.
A primera hora nos encontramos con una clase de 4 años que parecía que había desayunado lengua y no callaban ni por equivocación (ya a primera hora me he dejado la garganta).
Continuamos con una segunda hora en la que el protagonista indiscutible ha sido un vómito maravilloso en 3 años.
A la hora del patio, para no parar, ha tocado ir a vigilar el recreo con lloros y un nuevo vómito de regalo.
Y terminamos la última hora de la mañana con más lloros y gritos en la otra clase de 3 años.
A mediodía, en lugar de hacer un "break" he tenido que plastificar y preparar unos marcapáginas que hicimos ayer con los peques. 
Por suerte (y de momento) mi media hora de comer no me la quita nadie, pero seguimos a las 3, con la otra clase de 4 años donde ha sido imposible hacer lo programado porque ha sido un completo caos con una peque que hoy tenía el día cruzado y lo más bonito que me ha dicho ha sido "tonta", y terminamos con los de 4º que están en plena edad del pavo y están insoportables. 

Coge el coche, una hora de viaje, llega a casa, cambiate y baja corriendo al gimnasio para hacer una hora de zumba (no he dado pie con bolo porque mi cabeza estaba completamente fundida) y llega a casa para que tu padre te diga que se ha muerto tu perreta. Ay. 

Yo me voy a dormir ya que es lo mejor que puedo hacer.