El día 29 de octubre del año pasado comencé a trabajar en el cole Alcoraz de Huesca. Iba aterrada y ya os conté que el primer día fue nefasto. Han ido pasando los días y al poco tiempo ya encontré mi sitio allí, sobre todo gracias a la mejor compi del mundo. Empecé a conocer a los niños, a disfrutar de mi trabajo, a confiar en mí misma... Pero ya se sabe que todo lo bueno acaba, especialmente en la vida de un interino.
Este último lunes ya fui con la sensación de que iba a ser el último que estuviera allí, y no me equivocaba, así que esta semana ha sido una de las más estresantes para dejar todo bien zanjado, no quería irme dejando las cosas a mitad.
Suele pasar que las semanas se pasan lentas y sin avanzar apenas trabajo. Para mí ha sido lo contrario. Y llegó el viernes. Un viernes lluvioso y feo, para ser exactos.
A mediodía tuve la primera sorpresa: mis compis me secuestraron para ir a comer. Fue un bonito detalle y más teniendo en cuenta que acudió una compi que no esperaba. Al terminar de comer ya llegó la primera despedida en forma de un súper abrazo que casi me deja sin aliento.
A las 3, mientras estábamos en plena relajación con los peques, entró corriendo al aula la auxiliar de mi clase que viene algunas horas y me regaló unas bellas palabras, dos abrazos enormes y una tarjeta firmada por ella, la monitora de comedor y los peques con la frase: "Es terrible saber que nos dejas. Te deseamos lo mejor". En ese momento ya empecé a flaquear, casi no pude contestarle. Y al momento se planta mi compi con otra tarjeta rellena de dedicatorias y dibujos de mis niños, que hizo que mis ojos empezaran a brillar. Yo no hacía más que repetirme a mí misma: "no llores, aguanta". Y lo conseguí. Pasó el resto de tarde y al final de la misma sucedió lo impensable: 15 padres de mis peques se colaron en mi aula 10 minutos antes de que sonara el timbre. No sabía ni qué decir ni qué hacer, y una de ellas decidió hablar. Estaban allí para despedirse de mí, darme las gracias por todo y hacerme un detalle. Prometo que estaba temblando mientras abría los regalos: un monedero y un boli preciosos, (ahí yo seguía aguantando) pero el último regalo fue una foto de los peques conmigo enmarcada. Mi frase, con la voz rota y lágrimas en los ojos fue: "Esto a mí no se me hace" y todos nos echamos a reír. Hicieron una fila para abrazarme, darme besos y despedirse de mí con las frases más bonitas. E incluso un par de mamás estaban llorando. Yo no sabía dónde meterme, fue demasiado para mí, sólo podía abrazarme a ellos, dar las gracias y hacerme muy pequeña por semejante muestra de cariño.
Me fui llorando del cole, triste por irme pero muy feliz por la experiencia.
Ahora he vuelto al paro, no sé cuándo volveré a trabajar (espero que sea pronto), ni dónde, pero sé que un trocito de mi corazón se queda en el Alcoraz, en la clase de 4 años A. GRACIAS DE CORAZÓN a todos los que han hecho de esta experiencia algo inolvidable, os echaré de menos.