Abres los ojos, has dormido poco y mal, y el despertador suena justo en ese momento del sueño en el que más estás disfrutando. Ya te levantas de mal toque, o con el pie izquierdo como se acostumbra a decir. La primera persona que te encuentras suele pagar las consecuencias, a pesar de no tener culpa alguna. El día puede mejorar, o puede ir a peor, como suele ser en mi caso.
También puedes levantarte de un humor genial, con una sonrisa en la cara y con ganas de afrontar todo lo que te echen. Pero siempre llega algún capullo que lo estropea. Alguien que puede que solamente se haya levantado con el pie izquierdo y tenga que pagarlo contigo aunque no tengas culpa de nada.
El otro día miraba una figurita de un perro que hay en una estantería de mi casa. Una figurita de esas que cambian de color en función del tiempo que hace, azul para el buen tiempo, morado para la lluvia y rosa para el frío. Y pensaba en que me gustaría que las personasfueran como ese perrito por dos razones: que el cambio de color previniera de los cambios de humor y también que fuera igual de fácil hacer cambiar ese color, porque ese perrito tiene truco ya que si lo metes en la nevera se vuelve rosa. Me gustaría que con la frialdad o con un abrazo se pudiera obrar ese milagro del cambio de humor. Todo sería mucho más fácil.
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