Roma. Día 1

Día 23 de abril. Día de Aragón. Día del Libro. Para mí ya es uno de esos días bonitos, pero este año era todavía más especial: me iba de viaje a Roma. Un viaje que ha sido maravilloso pero que casi me hace perder la cabeza.

Salimos de casa el jueves después de comer, pero el coche no estaba por la labor. Se nos encendió un chivato avisando de que teníamos poca presión de aire en las ruedas (o algo así) y ya perdimos un rato y unos pocos nervios en la gasolinera del pueblo. Superado este bache, emprendimos rumbo a Barcelona. Íbamos genial de hora, pero lo malo fue que nos saltamos la salida al aparcamiento de larga estancia que teníamos contratado y llegamos al aeropuerto, pero claro, no podíamos irnos con coche. Salimos del aeropuerto, y no encontrábamos el modo de volver hacia la zona de aparcamiento. Conforme nos alejábamos de nuestro destino, nuestro nervios aumentaban. La hora se acercaba y nosotras cada vez estábamos más lejos. Al final, con el GPS de mi móvil y haciendo alguna que otra trampa en un polígono, retomamos la carretera y corriendo (esperemos que no saltara ningún radar) encontramos el aparcamiento. Sin mirar apenas dónde dejábamos el coche, cogimos las maletas y corriendo al mini bus que nos llevaba al aeropuerto (el conductor nos vio apuradas y no esperó a más pasajeros, qué majo). Dentro del aeropuerto, buscamos nuestra puerta de embarque y cuando por fin la divisamos, respiramos tranquilas. Fue entonces cuando me dí cuenta de que estaba temblando. Ya nos veíamos volviendo a casa diciendo que habíamos perdido el vuelo.

Tras un vuelo sin interrupciones, llegamos a Roma a las 21.05. Cogemos nuestras maletas y buscamos el autobús que nos llevaba a la estación central de Roma. En la fila conocimos a 3 mexicanos con los que estuvimos hablando durante ese pequeño trayecto. Y al llegar a la estación central, comienzan los nervios de nuevo. Metro cerrado, no conocemos nada, sólo sabemos la dirección de nuestro apartamento pero sabemos que queda bastante lejos. Preguntamos a un guardia y lo único que le entendemos es que tengamos cuidado con los ladrones. Ahí nos entra más acojone del que llevamos. Empezamos a dar vueltas absurdas, preguntando a gente, pero sin sacar nada en claro, hasta que un señor algo mayor nos ofrece llevarnos en coche. Estuvimos a punto de subir a ese coche, y seguramente el señor nos hubiera llevado muy amablemente, pero al final volvimos a acordarnos de nuestro amigo el guardia y pasamos. Sólo nos hubiera faltado acabar secuestradas. Media hora después admitimos que necesitamos un taxi, y nos toca el taxista más cachondo de todo Roma. Entre español, italiano e inglés nos entendemos y nos metemos al taxi. El tipo no callaba, no hacía más que reírse y decir palabras en el idioma que le venía en el momento. Nos dio mil vueltas por Roma, callejeó por un montón de sitios y nos timó. De hecho, mientras conducía llamó a un compañero y le explicó que llevaba a dos 'ragazzas' y que por el trayecto les iba a cobrar 32 euros, mientras se moría de risa. Ya que nos timas, llama a tu compañero después, que el italiano y el castellano se parecen.

A las 23.30 llegamos a nuestro apartamento en el culo del mundo. Un apartamento sin persianas y con cortinas rojas. Aquello parecía un puti-apartamento. 

Primer día superado con éxito. Casi perdimos el vuelo y un taxista nos timó, pero llegamos a nuestro destino.


Continuará...
+1

Claudia P.

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4 trocitos de felicidad:

  1. Ay, dios, odio los bichos en los baños!
    Pero bueno, veo que han ganado finalmente las cosas buenas a las malas y además, ya tienes anécdotas que contar ^^

    Un besote ^^

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    1. De verdad que casi me muero cuando vi a los bichos!!!!!!!!

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  2. Jope tia tenias que haber hablado conmigo te habria aconsejado! Fui hace nada y tengo un primo simpatiquisimo viviendo alli, de todas formas veo que sobreviviste!

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    1. No me hubiera ido mal conociendo a un primo tuyo! para la próxima, me lo apunto :P

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