Esto ya me viene mosqueando desde hace más de un mes.
Vivir en el centro del pueblo es bueno para algunas cosas pero también es malo para otras.
Hace cosa de un mes, se ha instalado en el puente de debajo de mi casa, un señor ecuatoriano con su correspondiente flauta de pan. Toooodos los santos días se planta allí desde bien pronto hasta bien entrada la tarde y a soplar por el instrumento como si no hubiera un mañana. Son músicas que no me disgustan. Pero aguantar eso toooodos los días, siempre las mismas melodías y teniendo que estudiar... Basta ya, por favor.
Hay momentos del día en los que me encuentro silbando las musiquillas del señor en cuestión y eso no puede ser.
Me dan ganas de bajar a la calle y darle dinero, pero con la condición de que se cambie de sitio. Por lo menos hasta que pasen las opos.
Espero que el pueblo no sucumba al llamado efecto Hamelín.
ResponderEliminarPodría ser peor...podría ser Pablo Alborán
Si llega a ser Pablo Alborán, me deprimo... jajaja
ResponderEliminarNo siempre comento, siempre te leo. Me encanta tu blog :P
ResponderEliminarPero mala! hoy he pasado por su lado y he tenido tentaciones de pegarle una patada en la espinilla...
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