Roma. Despedida

3:30 de la mañana. Pero si es de nocheeeeeeee!!!!!!

Ponemos el modo automático, acabamos de recoger y nos vamos a la parada de bus que tenemos a 10 minutos de nuestro puti-apartamento con bichos muertos (se habrán acordado de toda mi familia cuando hayan leído la valoración que les he puesto). Ya en la marquesina vimos que teníamos un panorama bastante desolador: una calle desierta, de noche con un frío que pela y esperando un bus que parecía no llegar.

No estábamos preocupadas porque teníamos tres opciones:

- La primera, el bus nocturno que nos dijeron que pasaba cada 20 minutos (JÁ!).
- La segunda, llamar a un taxi (teníamos el número de la centralita porque somos unas chicas muy previsoras).
- Y tercera, el tipo del apartamento, que se ofreció a llevarnos por un "módico"precio (aquí te cobran hasta por respirar) y nos dijo que lo llamáramos a cualquier hora si teníamos algún problema (también le ha caído "bronca" al colega en la valoración del apartamento).

Tras una hora de reloj, el bus nocturno estaba desaparecido en combate. Los nervios asoman el morro.

Llamo a la centralita de taxis. Es una máquina y no me entero de nada. Vamos bien (nervios aumentando).

Esperamos unos minutos más y aparece un italiano que nos dice que aunque llegue el bus, es imposible que lleguemos a coger nuestro enlace. Así que se ofrece a llamarnos a un taxi. Él se entiende con la maquinita pero su cara es un poema: no hay taxis disponibles en nuestra zona. El colmo vamos. Jugamos nuestra última baza y le pedimos que llame al tipo del apartamento. Y el tío va y tiene el móvil apagado (de verdad, que le ha caído la del pulpo en la valoración). 

Las 5 de la mañana, en media hora se va el bus al aeropuerto y todas nuestras fichas han quedado en nada. Yo ya no sé si reír o llorar (además de tiritar, porque hacía un frío que no era ni medio normal). Y entonces, nuestro ángel de la guarda hace que pase por la calle un taxi. Mi amiga y yo nos tiramos a la carretera (ese pobre hombre para como que me llamo Claudia) y finalmente nos lleva al aeropuerto. Ahora resulta que llegamos con tiempo de sobra, pero no pasa nada. Hacemos todo el viaje en taxi riéndonos sin parar, ya nos veíamos perdiendo el vuelo de nuevo.

A las 7:15 despegamos, y con turbulencias incluidas, a las 9:05 aterrizamos en Barcelona. 

Ahora solo nos falta encontrar el coche, que al final no resulta tan difícil. La vuelta a casa nos sirve para reír, comentar todas las aventurillas que nos han pasado, y para darnos cuenta de que aunque hemos tenido un viaje movidito, no lo cambiamos por nada. 


Roma, ha sido un placer. Espero que volvamos a vernos.


+1

Claudia P.

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2 trocitos de felicidad:

  1. Que bonito es roma, despues de verla las demas ciudades europeas no impresionan... jaja

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    1. Tenía taaaaaaantas ganas de ir y no me defraudó. De hecho, espero volver porque fue todo muy precipitado :)

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