Al lado de mi aula cuento con un cuarto pequeñito para hacer las tutorías y también para guardar algo de material. Además, es el cuartito que emplea la profe de audición y lenguaje del cole para hacer alguna sesión con los niños de infantil. La verdad que los primeros días me chocaba que apareciera gente por mi clase para llegar al cuartito pero ahora estoy acostumbrada (y los niños también).
Fue el otro día cuando la profe se llevo a unos niños a la clase, y encendió una cerilla para llevar a cabo algún ejercicio de soplar. Una de mis niñas vino corriendo y me dijo: "Huele a fuego" (ya la construcción se me hizo rara, porque se suele decir que huele a quemado, no a fuego, de hecho, ¿a qué huele el fuego?) y me asusté. Por suerte, me di cuenta de que había luz en el cuartito y pensé que habría sido cosa de la profe. Efectivamente, al rato salió un niño para tirar la cerilla en la papelera de mi clase, y el olor a quemado se intensificó. Ahí fue cuando uno de mis peques dijo: "Huele a costillas".
Me partí de risa, ese ejercicio de asociación de olores me dejó sin palabras.