2013

2013
ENERO: Viaje a Madrid, Musical El Rey León.
FEBRERO: Nos vamos de Tupper Sex.
MARZO: Ya hace un año que nos dejaste y te echo de menos.
ABRIL: Empezando en el gimnasio. Musical La Bella y la Bestia.
MAYO: Miss Caffeina. La enfermedad de moda se cuela en casa.
JUNIO: Final de curso. Hasta siempre mis niños.
JULIO: Oposición aprobada. Marc llega al mundo. Reencuentro con mis niñas de la uni.
AGOSTO: Playa y desvirtualización de Inma.
SEPTIEMBRE: Fiestas de Monzón en buena compañía. Escapada a Alcañiz a ver MotoGP.
OCTUBRE: Mes de hospital. Empezamos a respirar.
NOVIEMBRE: Cambio de look.
DICIEMBRE: Niebla.

Califiqué el 2012 como mal año, así que uno de los propósitos que me hice para el 2013 era sacar algo bueno de cada mes. No ha salido exactamente como pretendía, pero este es el año que me ha tocado vivir y yo he intentado vivirlo lo mejor que he podido. He tenido meses muy buenos y divertidos. Otros muy emotivos. Algunos malos que se han alargado en el tiempo y se han estirado más de lo que me gustaría. Y también algún mes más tranquilo. 
En resumen, no ha sido un mal año, porque hasta la peor parte parece que se ha resuelto del mejor modo posible. Y en cuanto a mí, me he dado cuenta de que soy fuerte y feliz. He aprendido a ser yo misma y no me arrepiento de nada. 

Me despido del blog hasta el año que viene, deseando que el 2014 venga cargado de momentos maravillosos y felicidad. Que se cumplan todos vuestros deseos.

Son tardes de domingo...

Son tardes de domingo...
Llevar el pijama. Mimarte un poco. Darte una ducha caliente. Escuchar a Zahara y quedarte con las ganas. Leer un libro, una de esas historias para pasar el tiempo, para vivir un amor de fin de semana y dejar volar la imaginación. Dejarse llevar. Soñar despierta. Tomar un vaso de leche caliente, que también caliente tus manos. Encontrar en el sofá el lugar más cómodo del mundo. No mirar el reloj. Suspirar.

Y la música sigue sonando, y yo me moriré de ganas de decirte que te voy a echar de menos...

Contrariedades de la vida 36

Contrariedades de la vida 36
No me gusta la lluvia, aunque admito que antes lo llevaba peor. El caso, que hoy como estaba medio nublado y tan pronto chispeaba como que no, me he encasquetado mi gorrito en la cabeza y me he ido a la calle sin más. Todo bien, no llovía.

Pero a la hora de volver a casa si llovía, y yo sin paraguas. 

Mentalmente dices: "Bueno, llevo gorro, no es muy grave. Iré por debajo de las cornisas, esquivando goteras".
Pero no, porque las señoras que SI llevan paraguas se ponen de palique debajo de las cornisas. Vamos a ver, ¿no llevas paraguas que impide que te mojes? Pues deja las cornisas para los pobres desgraciados que nos hemos dejado el paraguas en casa. 

Yo ese amor no lo tuve

Yo ese amor no lo tuve
Hablaba con ella y veía brillo en sus ojos y una sonrisa de idiota que no le cabía en la cara. Además le faltaban las palabras, cosa que a ella nunca le ocurría. Ella es la típica chica que no cree en el amor, que ha preferido estar sola la mayor parte de su vida y que además era feliz en su soledad. Y ahora está completamente enamorada. La miro y no puedo dejar de sonreír, nunca antes la he visto así y me encanta, porque se lo merece. 

A él todavía no lo conocía personalmente, pero cuando vino a recogerla, no me quedó ninguna duda de que sentía lo mismo que ella. No podía dejar de mirarla y la sonrisa tampoco le abandonaba. Él lo había pasado mal y tenía miedo de querer. Ahora se han encontrado. 


Y yo los veía, y me maravillaba. Y en lo que tarda el corazón en latir una sola vez, me di cuenta de algo: creía que sí, que yo lo había tenido y que yo había sentido todo eso, pero después de ver cómo se miraban y cómo se sonreían, ya no lo tengo tan claro.

El teléfono

El teléfono
Estoy segura que muchos de vosotros os sentís identificados con esta historia, que podemos decir que está basada en hechos reales (o mejor aún, que sucedió ayer por la noche en mi casa).

22.30, hora española, de haber cenado ya o estar a punto de terminar. Suena el teléfono. Y ya te asustas, porque las llamadas a esas horas suelen traer malas noticias. Te quedas tiesa en la silla, como con miedo a levantarte y sin poder tragar la cena. Entonces, mi señora madre, que es la única que no tenía la boca llena, se levanta y coge el teléfono.


- Buenas tardes, señora (supe de este saludo cuando mi madre colgó).
- ¿Cómo que buenas tardes? ¡Si son las diez y media de la noche! Estas no son horas de llamar a molestar a ningún lado. 


Y dicho esto, colgó con toda su mala leche. 
Mientras tanto, mi padre y yo, que ya habíamos tragado la cena, nos echamos a reír. La cara que se le debió de quedar a la pobre moza que llamara para hacernos alguna oferta, debió ser un poema.

¿No estáis un poco hartos (por no decir otra cosa) de esas llamadas a todas horas en las que te llaman para pedirte que te cambies de compañía? Porque yo estoy de los señores de Jazztel hasta los mismísimos. Porque no se conforman con un no, sino que insisten e insisten hasta que pierdes la paciencia y les sueltas alguna burrada (realmente he suavizado las palabras de mi madre, porque hubo más tacos que otra cosa en la frasecita). Que si me quiero cambiar de compañía, ya llamaré yo!!!!!!!!!!
Las palabras no son simples sonidos que emiten los hombres, voces sin sentido que forman los labio y la lengua.
Las palabras nacen en el corazón, son la poesía del alma.
Lo que dice un hombre es una parte de sí mismo que regala.

Pequeños placeres de la vida 24

Pequeños placeres de la vida 24
Trabajar en una feria al aire libre es algo helador en estas fechas. Me he pasado estos días trabajando en una casita de madera (a la que le falta una pared) en un parque, haciendo manualidades con los peques. En el resto de España es posible que brillara el sol, pero en Monzón, no. Vivimos en la profunda niebla, así que me está tocando pasar mucho frío (a pesar de la estufa que tenemos escondida debajo de la mesa). Todo esto no es muy placentero que digamos, lo bueno viene cuando llego a casa. 

Llegar a casa y encontrar un plato de sopa caliente esperándote en la mesa, no tiene precio. Con la primera cucharada ya notas como el calor atraviesa todo tu cuerpo, y poco a poco se va extendiendo por tus extremidades. Sensaciones de esas que son tan difíciles de expresar porque te faltan palabras para explicar lo bien que te sientes.